Para mirar la lluvia, tenés que encontrar una silla bien blanda, quizá con un almohadón a lunares blancos y amarillos sobre un fondo naranja.
Acercás, suavemente la silla a la ventana e inmediatamente te sentás, tratando de que tus ísquiones se acomoden de manera confortable. A continuación contemplás las palmas de tus manos e intentás imaginarlas con pequeñas gotas de agua que van adquiriendo formas desiguales.
La ventana, a la derecha de tu cara, refleja la lluvia pausada; dirige ahí tu mirada. En ese preciso instante, te vas incorporando lentamente, te imaginas lluvia y la observas desde afuera. formas parte de sus gotas. El agua podrá albergar tu cuerpo, y cuando logren vos y ella ser una; recién ahí podrás incorporarla.
Luego atravesas la ventana nuevamente, está vez hacia adentro, volves y te sentas sobre el almohadón a lunares , cerras despacio los ojos , quedas en calma y sonreis complacido.
Ade Viegas L.