sábado, 23 de agosto de 2008

Amarte en tránsito

Amarte en tránsito
Amarte todo
Amarte en do,
En fa,
en si,
con sol
con viento
con tempestades
con calma
con fuego
con aire
en agua
amarte
de pie
sentada
acostada
derecha
inclinada
amarte a vos hombre
de húmedas sustancias

Al penetrar
mi cuerpo
te acurruco
en mi alma

Ade

La endiabla


Camina segura. Sus cabellos agrisados enviven rulos artificiales. En cada uno de ellos hay alojada impúdicamente una vela roja. Veinte son los rulos, veinte las velas.
Su forma de vestir es colorida con las tonalidades vibrantes de alguna ceremonia pagana. En sus ojos hay noches temibles ,que destellan sobre un azul plomizo, amarillos encendidos en furia y hedor.
Sus oídos taponados por herrumbre, son incapaces de escuchar nada que no provenga de un corazón acartonado. Diestra en la más sutil de las bajezas, envuelta en envidias y rencores, camina sola como danzando.
La conozco y me conoce. No se bien su nombre. Alguien alguna vez la llamó la Endiabla.

Ade

viernes, 22 de agosto de 2008

Oliverio Girondo - Espera

Esperaba,
esperaba
y todavía
y siempre
esperando,
esperando
con todas las arterias,
con el sacro,
el cansancio,
la esperanza,
la médula;
distendido,
exaltado,
apurando la espera,
por vocación,
por vicio,
sin desmayo,
sin tregua.
Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos
que son pura ceniza?
Por muy lejos que mire:
la espera es ya conmigo,
y yo estoy con la espera...
escuchando sus ecos,
asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
ante sus chimeneas,
sus muros desolados,
sus rítmicas goteras,
esperando,
esperando,
entregando a esa espera
interminable,
absurda,
voraz,
desesperada.

Sólo yo...
Sí!
yo sólo
sé hasta dónde he esperado,
qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
con qué ardor,
con qué fiebre
esperé
y esperaba,
cada vez con más ansias
de esperar y de espera.

Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando,
de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
de vivirla en mis venas,
y respirar en ella
la realidad,
el sueño,
el olvido,
el recuerdo; sin importarme nada
no saber qué esperaba:
siempre haberlo ignorado!
cada vez más resuelto a prolongar la espera,
y a esperar,
y esperar,
y seguir esperando
con tal de no acercarme
a la aridez inerte,
a la desesperanza
de no esperar ya nada;
de no poder, siquiera,
continuar esperando.

Oliverio Girondo - Persuasion de los dias
- 1942 -

jueves, 21 de agosto de 2008

Lo imposible


Te vi en la ciénaga
Detrás de un sapo macho
Con ojos de jirafa
Lamerte los gusanos
Te vi.
Y no lo escupas
Guardalo
Alimentalo
Cocelo
Al
Espinazo
Pero
De tan cocido
te tranforme
En churrasco.

Ade

martes, 19 de agosto de 2008

Ciento sesenta y tres


Se quedó ahí. Sus oídos se estremecían por el llanto aleteado. Se perdían de a poco los colores y las formas. Fue así que los sonidos desaparecieron. Se levanto, lánguidamente, acomodó su pollera, continuo su camino, entre la pena y el espacio.¿Cuando volvería a morar la alegría? Ciento sesenta y tres lágrimas, caminaban con ella.

Ade

lunes, 18 de agosto de 2008

Los tontos


Un tonto y una tonta vivían felices, podían disfrutar de todas las cosas hermosas y simples. No se hacían preguntas porque todas las respuestas estaban a su alcance. El sol los iluminaba y la luna los complacía. Disfrutaban de los mates de la mañana, de las flores apiñadas y coloridas de su jardín de tontos. Sobre todo disfrutaban la risa y podían reír como tontos todo el día y aún en sueños cuando dormían. Sus besos sabían a magnolias, aunque ellos no lo descubrían porque eran tontos; pero sus besos eran hermosamente perfumados. Un día tuvieron hijos, dos hijos bellos pero con una particularidad: eran inteligentes. Los tontos cuidaban de ellos con alegría, y los envolvía una felicidad bien sentida, pero no lograban explicarla porque eran tontos, sólo sentían, sentían con la piel, con el corazón, con el alma, con la sangre, con las manos, con los pies. Sentían. Cuando sus hijos inteligentes crecieron, no podían entender como sus padres eran así, tontos. Empezaron a cuestionar la falta de inteligencia de Antonio y Lucia. Se avergonzaban, se entristecían, se abrumaban, se codificaban. Un día cansados de tanta bobera se fueron de su casa. Ante tanto dolor, los tontos que amaban a sus hijos con toda su existencia de tontos, murieron con lágrimas tristes en sus ojos sin risas.

Ade