sábado, 4 de octubre de 2008

Paro docente

Hoy nuevamente el Juan en casa.
Compre con parte del sueldito del Mario, los lápices de colores, las lapiceras, el mejor cuadernito dentro de los más económicos. La Mary me presto el libro de lectura que uso el año pasado el José, por suerte pude escaparle a ese gastito extra.
¡Que alegría cuando el Juan empezó a ir al colegió! Siempre quise que mi hijo aprendiese mucho, así cuando fuese más grandecito, con todos esos conocimientos en su cabeza, seguramente apechugaría la vida mejor que el Marío y que yo.
Hoy nuevamente las puertas del colegio cerradas. “ Paro docente” dice el cartel. Hoy nuevamente el Juan pierde un cachito de su futuro.

Ade

miércoles, 1 de octubre de 2008

Un blues


Un blues la despertaba por las noches. Ella dormía siempre con la radio encendida, baja como susurrando.
Cuando de madrugada, comenzó a sonar una melodía. Una vos di fónica cantaba. Lo increíble era el sonido de la armónica que se fue colando en la oscuridad, en la radio, en su cabeza. La armónica repartió melodías en las ventanas, en el cielorraso, se metió debajo de las sábanas, estremeció los pliegues de la almohada, ahuecó las paredes, entró y salió del velador apagado, arañó los preludios de los sentimientos, lo abarcó todo. Todo.
-Despertá ( murmuró) – Despertá, aquí estoy, oime, sentime, tocame.
- Tengo sueño (ella contestó)
- Despertá, conoces bien esta melodía
- Si, la conozco, pero no quiero escucharla…
- Querés, pero te asustan los recuerdos, recorda, revivime, tomame, dejame entrar en tu alma, no me alejes…
- Tengo sueño, andate, mi alma es mia, no lográs llegar a ella de nuevo. Apagaré la radio.
- No podés apagarla, no querés apagarla, escuchame, aquí estoy, no me alejes…
Y el blues seguió sonando, se coló en las profundidades.
Esto sucedió noche tras noche.
Una mañana busco el número telefónico de la FM, quiso saber como se llamaba esa canción que habló de “vacaciones por un día”
Era el “ blues de la amenaza nocturna” de Manal. Cortó el teléfono. Se quedó sentada. Recordó. Se le erizó la piel.

Ade

domingo, 28 de septiembre de 2008

Nanim

Nanin amaba su vida al aire libre, andar en bicicleta, abrigarse en el viento.
Todas las mañanas pedaleaba casi tres horas y sonreía. El sol le adornaba la cara, los árboles acompañaban su bamboleo, las flores silvestres escoltaban sus visiones. Era feliz.
Un día salió antes de lo acostumbrado y al doblar la esquina para entrar en la rutina de pedalear, se encontró con la sorpresa. Los árboles habían desaparecido, las flores se marchitaban tristemente, el sol se escondía tras una nube más negra que la gata de su vecina.
Desconsoladamente empezó a llorar, no entendía que había pasado, pero algo anunciaba que no era nada bueno.
Con las ganas apagadas, el corazón quejumbroso y moqueando regresó a su casa.
Se acurruco en un rincón sin saber que hacer. Se acurruco tanto que de golpe ella también empezó a desaparecer.
Nadie supo porque no encontraban a Nanim. Los días se filtraban. Los meses pasaban y Nanin no aparecía. Luego de dos años sin noticias, su tia Clar abandonó la búsqueda.
A medida que iba transcurriendo el tiempo los árboles retornaron, las flores recobraron sus colores, el sol volvió a brillar.
Me contaron que todas las mañanas una bicicleta anda sola, sus pedales y sus ruedas nunca se detienen y el sol refleja la sombra de una mujer feliz que parece sonreír complacida.

Ade