domingo, 27 de abril de 2008

Y ahora, que?


Me levanto con desgano. Deseo dormir un rato más. Imposible. Ya es tarde, el deber del no deber asfixiarme, me llama. No me gusta mi trabajo. Desayuno, prendo el primer pucho del día. Miro eternamente por la ventana de la cocina , con la languidez de lo inevitable. Parto. Llego como todos los lunes al hospital, abro la puerta del kiosco, la cierro rápidamente tardo sólo unos segundos entre el abrir y cerrar, para creer que todavía no estoy ahí. Acomodo la caja, monedas, billetes, calculadora en mano deslizo suavemente la ventana, enciendo las luces y atiendo a la gente que busca desesperada cambiar dos pesos por monedas para el colectivo.
La mañana transcurre en rutinas sucesivas, nada nuevo, nada interesante
Todo es igual , sin cambios. La venta de cosas que ni siquiera consumo, cansada de verlas. Las mismas caras,¿ o son otras las caras? Las mismas cosas, ¿ serán otras las cosas?, puede ser, no importa, los pedidos son parecidos, la gente es parecida, no los diferencia ni siquiera el dolor que llevan cargando quien sabe desde cuando. Caramelos, alfajores, agua mineral, galletitas, alcohol, gasa, se mezclan y confunden en una sola sensación, aburrimiento.
13.30, llega Hernán para tomar la posta de la tarde. Un remís viene a buscarme, al fin libre, el edificio del hospital se pierde desdibujándose a medida que el auto avanza.
Al llegar a casa, nuevamente la cocina, la ventana, yo mirando hacia afuera, el almuerzo rápido, más mates…el embole, la rutina, el hastío.
Llamo a una amiga, nos encontramos en algún café, charlamos un rato, regreso a casa,
Pinto, dibujo, dibujo y pinto, sueños, realidades, colores, esperanzas… La cena. El baño de inmersión. La cama, mi rincón y hasta mañana.

Ade Viegas L.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ade..... qué bien hace que lo cuentes!!!

Besos

Carmen