sábado, 28 de junio de 2008

Café para dos

Hoy la vida se me puso triste. Lo sintió muy adentro. Salió a dar un paseo para sacudir angustias. Llevaba puesto unos pantalones cortos, una camisa a cuadros verdes y rojos y una ambigüedad de sensaciones. Camino hacia aquel brazo perdido del rio. El embarcadero que parecía descansar en una de sus orillas, la llamó atraída por las historias que sobre el se contaban. No había de donde sostenerse . Un frío cómplice le recorrió la espalda. Tres pescadores parecían completar el decorado. Los rayos del sol del mediodía, reflejaban madreselvas y secaban el barro. Se sentó en la madera vieja. Saco de su cartera un cuaderno de tapas amarillas, una lapicera Bic, azul de trazo grueso, y comenzó a escribir: “hoy la vida se me puso triste”, escribió la misma frase mil, mil tres, dos mil cuarenta y tantas veces, que se le acalambraron los dedos. Se deshizo del cuaderno, arrojándolo lejos. Miró hacia abajo y descubrió los escalones imperfectos y los sintió hermosos, ¿ se atrevería a caminar por ellos?, están muy gastados… ¿ y si fuesen todavía fuertes? ¿ y si animarse fuese el comienzo del cambio?
Lentamente se levantó. Se dirigió al camino. Regresando se cruzo con un HOLA. Un hombre sostenía un cuaderno de tapas amarillas en una mano, en la otra un termo y dos tacitas de color blanco – creo que es tuyo, lo dejaste olvidado en el viejo embarcadero, te propongo que tomemos un café, es el calmante perfecto para esos días en que la vida se nos pone triste.

Ade.

1 comentario:

josé lopez romero dijo...

cuando leía este final levante mi vista hacia la ventana y la tarde que se revolvía en gris se metió en la trama, un minuto después la llovizna comenzó a caer..